Una de las principales razones que han hecho de los Caminos de Santiago que he realizado una experiencia tan especial es la oportunidad de haber coincidido con peregrinos cuyas historias me han hecho ampliar mi visión no sólo de las distintas formas de peregrinar, sino también de vivir y disfrutar de la vida.
Por ello, por si estas vivencias ajenas pudieran ser tan inspiradoras para otros como lo han sido para mí, he decidido compartir algunas de ellas. Concretamente, en esta entrada os hablaré de aquellas que pude escuchar de la boca de algunos peregrinos que conocí en mi último Camino: el Camino Francés desde Ponferrada que realicé a principios de diciembre de 2021. Si os planteáis peregrinar en esa época del año, os puede ser de ayuda nuestra entrada sobre qué llevar al Camino de Santiago en invierno.

Antes de empezar, debo precisar que muchos de los nombres son inventados, pero no lo que se cuenta de ellos.
José, de Lleida
Una de las primeras personas a las que conocí durante ese Camino fue José, protagonista de una profunda y reciente historia. José vivía y trabajaba en Lleida pero, durante la pandemia, se quedó sin trabajo y acabó viviendo en la calle. Posteriormente, terminaría en un centro de desintoxicación para drogodependientes en la ciudad de Logroño.
Fue en esta ciudad donde coincidió con algunos peregrinos que hacían el Camino sin dinero, puesto que existen albergues que ofrecen alojamiento y comida gratis a aquellos que no pueden pagarlo. Fue así como decidió echarse a andar y peregrinar desde Logroño a Santiago. Si bien en ocasiones pudo ayudarse de la caridad de las gentes del Camino para comer y hospedarse, otras muchas, se vio obligado a dormir en la calle.

Precisamente fue en ese Camino hasta Santiago donde conoció a Jato, dueño del albergue Ave Fénix (Villafranca del Bierzo), y uno de los personajes más conocidos del Camino Francés. Este le ofreció a José trabajar como hospitalero en su albergue, el cual aceptó y estuvo así durante tres meses ayudando a todos los peregrinos que pasaban por allí.
Cuando tuve la oportunidad de conocer a José, acababa de dejar atrás su etapa en el Ave Fénix y empezaba ese mismo día a terminar lo que hace unos meses había pospuesto: caminar hasta Santiago. No sé qué será de José en estos momentos, pero algo me dice que pudo cumplir su propósito y llegar hasta Santiago.

Historias como esta me hicieron comprender que, para algunas personas, el Camino no es únicamente una experiencia vital, sino también una parte muy importante de sus vidas. José no quería volver a vivir en la calle, por lo que se agarró a la oportunidad que el Camino le ofrecía para cambiar de vida y, al menos hasta el momento, no ha querido soltarla.
Martina, de Argentina
Martina trabajaba como profesora de educación física en su Argentina natal hasta que, un buen día, decidió dejar su trabajo y comenzar a recorrer el mundo. Empezó viajando por su propio país y por el continente americano, trabajando en distintos lugares y moviéndose de un sitio a otro como podía (en muchas ocasiones haciendo autostop).
En algún momento de su viaje, le surgió el deseo de hacer el Camino y se vino a España. Nada más llegar, comenzó a caminar desde Madrid y, desde entonces, el Camino no había dejado de acompañarla: hasta la fecha había hecho ya varios Caminos distintos hasta Santiago y había trabajado en varios albergues como hospitalera.

Fue precisamente en uno de esos albergues donde coincidí con ella. Martina llevaba ya 6 años viajando por el mundo y el rato en el que pude escuchar sus vivencias, planes de futuro y recorridos del pasado fue sin duda uno de los más inspiradores de mi Camino. Me hizo pensar que tal vez debería ser un poco más como Martina, perder el miedo, lanzarme y aprovechar al máximo este viaje que es la vida.
Anna, de Italia
Anna caminaba el año pasado hacia Santiago cuando una lesión le impidió continuar. Sin embargo, tanto le gustó y sorprendió aquello que había vivido que, en lugar de volverse a su Italia natal, decidió vivir el Camino desde otra perspectiva y probar la experiencia de ser hospitalera.
Dado que Anna tenía formación en bellas artes, estaba también participando en algunos proyectos artísticos que buscaban recuperar la esencia del Camino. Cuando nos conocimos, ya no trabajaba de hospitalera y entre sus planes a corto plazo estaban quedarse a vivir en España y terminar finalmente su Camino hasta Santiago.

Pude conocer a estos tres peregrinos y hospitaleros el mismo día, cuando pasé la noche en el Albergue El Serbal y la Luna. Se trata de un lugar único y muy especial, muy diferente al resto de albergues que he visto hasta el momento y en el que podréis disfrutar de la esencia del Camino. Debido a la situación actual, están pasando por una mala racha y necesitan nuestra ayuda para que ellos puedan seguir ofreciendo la suya a todos los peregrinos que pasan por allí. Os dejo el enlace a través del cual están recaudando fondos, por si quisierais contribuir.

Los protagonistas de las tres historias anteriores tenían algo en común, y es que los tres habían sido hospitaleros en el albergue Ave Fénix, de Villafranca del Bierzo. Se trata de uno de los albergues más conocidos de todo el Camino, debido en gran parte a su dueño, Jato, al que ya me he referido anteriormente y quien ha dedicado toda su vida a ayudar a los peregrinos. A sus 82 años, el Camino le ha acompañado desde el mismo día de su nacimiento, en el que siete peregrinos que pasaban la noche en su casa le dieron la bienvenida al mundo. Tal es la fama de Jato que hasta el New York Times ha dedicado un artículo a uno de esos proyectos con los que busca recuperar la esencia del Camino: hacerlo en un burro, como antaño.
David, de Barcelona
David, fotógrafo y con un estudio en Barcelona, hizo el Camino Francés y le gustó tanto que decidió quedarse a trabajar en un albergue en Vega de Valcarce. Escucharle comparar su anterior vida en una gran ciudad con la que llevaba en aquellos momentos en este pequeño pueblo del Bierzo leonés no dejaba lugar a dudas: estaba encantando con su decisión.
Tan convencido estaba de que prefería la vida en un entorno como ese y con el Camino como protagonista, que acababa de comprar una casa en La Faba, pueblo especialmente conocido por muchos peregrinos del Camino Francés por ser uno de los puntos más empinados y duros de la subida a O Cebreiro. Allí iba a comenzar un bonito proyecto: montaría un restaurante y albergue que comenzaría a dar servicios al peregrino en la primavera de este mismo año (2022).

David es otro ejemplo de persona a la que el Camino de Santiago le mostró otra forma de vivir muy distinta a la que tenía hasta el momento, probó, le gustó y optó por quedarse en el Camino por tiempo indefinido.
Irune, de Bilbao
Irune es uno de esos peregrinos veteranos con incontables Caminos bajo sus pies y que rebosan energía suficiente como para aguantar aún el doble de los que llevan. De ella, no solo era admirable su ritmo y vitalidad, sino sobre todo su constante alegría y sus esfuerzos por hacer que el Camino del resto fuera más fácil y ameno.
Irune es de esos peregrinos que hacen piña, forman un grupo y hacen todo lo posible por que nadie se quede sólo. Era siempre la primera en dejar el albergue y, a lo largo de la etapa, iba reencontrándose con los demás, que la encontrábamos siempre con una sonrisa en su cara.

Si algo me enseñaron Irune y otros peregrinos veteranos con los que me encontré es que el Camino no entiende de edades y que no hay dos Caminos iguales, sino que cada uno de ellos tiene algo especial que lo hace único. Estoy seguro de que la mayoría os habréis encontrado con alguna Irune en vuestros caminos y, si no es así, es posible que sea porque sois vosotros.
Gonzalo, de Madrid
Aunque de Gonzalo ya hemos hablado en nuestra cuenta de Instagram, vale la pena repetir aquí su historia y la de otros muchos voluntarios que ayudaron a los madrileños que se encontraban en apuros tras la Gran Nevada que tuvo lugar en Madrid en enero de 2021.
Fueron muchos como él los que, por el hecho de tener un todoterreno, sintieron que debían colaborar para sacar a flote una Comunidad que se encontraba en serios problemas. Durante el final de una etapa, Gonzalo me contó algunas de las anécdotas que le tocó vivir durante esa semana de enero de 2021, cada cual más sorprendente. Desde un chico al que la nevada le pilló de fiesta y, más de 12 horas después, aún no había encontrado una forma de volver a su casa; hasta una persona que necesitaba ir de urgencia al hospital y que ninguna ambulancia podía ir a recoger.

Como Gonzalo, hubo muchos otros “voluntarios del 4×4” que vivieron infinidad de historias durante esa semana blanca, hasta el punto de que se ha llegado a escribir una novela basada en algunas de ellas. También la tenéis disponible en versión Kindle.
Lisa, de Países Bajos
La historia de Lisa fue sin duda una de las que más me impactó y me hizo pensar. No porque fuera una peregrina veterana con muchas historias sobre el Camino que contar, todo lo contrario: aquel era su primer Camino. Lo que hacía que la peregrinación de Lisa fuera tan especial era la decisión que le había llevado a estar en aquellos momentos caminando hacia Santiago.
Unos meses antes, dejó su trabajo en Holanda, puso en alquiler su piso y, con las rentas que le iba dando, comenzó a andar desde la puerta de su casa con destino Santiago. Fue así como, cuatro meses después de comenzar a caminar, me encontré con ella a menos de diez días de llegar al final de su viaje.

Lisa no es solo una mujer valiente, sino también una de esas personas que contagia alegría y buen rollo a todo aquel con quien se junte. Uno de los consejos que nos daba al resto era que, una vez terminado nuestro Camino, no volviéramos directamente a nuestra rutina, sino que dejáramos un tiempo para dejar reposar, asimilar y pensar sobre lo vivido. Era su primer Camino, pero después de tanto tiempo andando, sin duda sabía de lo que hablaba.
Conocer a Lisa me sirvió para ser consciente de que muchas veces nos ponemos excusas para no intentar lo que verdaderamente queremos. Es cierto que ella contaba con la ventaja de tener un piso en propiedad y alguien que quisiera alquilárselo, pero aun así decidió dejar su trabajo y su vida en Holanda para tomarse cuatro meses y vivir una experiencia única y que nunca olvidaría.

Marcello, de Italia
A diferencia del resto, Marcello no es solo peregrino, sino también el dueño de un albergue. Como otros muchos, tras su primer Camino acabó encantado y no quiso que terminara en Santiago. Fue así como buscó un lugar para montar un albergue y finalmente lo hizo en la antigua prisión de Palas de Rei.
Cuando me hospedé en su albergue, él acababa de volver de hacer el Camino Portugués y, como peregrino experto, me dio algunos muy buenos consejos para evitar que el agua de la lluvia entrara en el interior de mis botas.

Es cierto que hay más gente como Marcello que, tras hacer el Camino, decide montar su propio albergue, pero eso no quita que cada una de esas historias sean inspiradoras: personas que deciden que el Camino se quede para siempre en sus vidas y empiezan así una nueva historia ayudando a peregrinos como ellos.
Philippe, de Canadá
El protagonista de la última de estas historias se llama Philippe y es de Canadá. Coincidí con él precisamente en el albergue de Marcello, al cual había llegado desde Saint Jean Pied de Port. Hace unos años, cuando Philippe no había oído hablar nunca del Camino de Santiago, se tomó junto con su pareja un año sabático para viajar por Europa. El destino quiso que pasaran el día de Navidad en Santiago y que coincidieran allí con otra pareja de canadienses que les invitó a hacer con ellos el Camino hasta Finisterre.

Aceptaron, pero antes tuvieron la oportunidad de vivir un día de Navidad muy especial que nunca olvidarían. De esta forma, lo celebraron con algunos de esos peregrinos sin recursos que llegaron hasta Santiago y, una vez allí, se negaron a volver a sus anteriores vidas y prefirieron quedarse a vivir en las calles de la ciudad gallega.
Tanto le impactó lo vivido aquellos días que, como él mismo reconocía, no sólo cambió drásticamente y para siempre su forma de ver a aquellos que viven en la calle, sino que se prometió a sí mismo que, cuando tuviera la oportunidad, haría el Camino hasta Santiago y desde Francia. Caminé junto a Philippe a lo largo de toda una etapa, durante la cuál pude escuchar de su boca muchas de las increíbles historias que había vivido en sus viajes por el mundo, primero junto con su mujer y más tarde también con la compañía de sus dos hijos.

Todas estas historias, la mayoría con el Camino de Santiago como escenario principal, me hicieron apreciar aún más aquella peregrinación y estoy seguro de que me ayudarán en mi Camino más allá de Santiago. Es posible que, mientras leíais estas líneas, creyerais reconocer a algunas de estas personas en vuestros Caminos o incluso en vuestras vidas. Y es que el Camino, como la vida, no sería lo mismo sin aquellas personas que nos acompañan en nuestro recorrido. Espero que os haya gustado esta entrada algo distinta y… ¡Buen camino!
Me encanta revivir las historias tanto como vivirlas, sin duda, estas historias son la esencia del Camino. Porque caminos hay muchos, pero rutas que perduren con los años pocas, y lo mejor del Kamino (como me gusta llamarlo a título personal) es recuperar las habilidades naturales y sociales que atrofía el progreso actual.
Un abrazo y buenos Kaminos!!
Sin duda, el Camino es capaz de hacernos conectar y desconectar al mismo tiempo. Muchas gracias por tu comentario, un abrazo y buen Camino, y Kamino.
¡Hola, Juan!
Me ha encantado leer tu post con todas estas historias de peregrinos. Ya sabes tú bien de mi amor por el Camino de Santiago, así que todo esto que cuentas por supuesto forma parte de él y del tuyo personal de este pasado diciembre. Aunque ya lo haré en su día, aprovecho para desearte buen Camino para los próximos que sé que vendrán. ¡Un saludo, pilgrim! 😉
¡Muchas gracias, Belén! Nos alegra saber que otros peregrinos como tú valoran también estas historias. Como bien dices, aunque no las vivamos en primera persona, son también parte de nuestro viaje. Te deseo a ti también Buen Camino para el próximo, que seguro que es dentro de poco. ¡Un abrazo!